Insertos en el circuito público de la Ciudad de México
2021

Constituye un verdadero milagro que un bosque sagrado, caminado ritualmente desde la época Teotihuacana, esté en el centro de una metrópolis como es la Ciudad de México. Otro milagro es el hecho de que México aún conserve su nombre mántrico.

Por esta razón no es suficiente identificar este bosque bajo la óptica de un parque implantado dentro de una lógica urbanística, en el trazado cartesiano de una ciudad. Si bien Manhattan –que conserva su nombre nativo - tiene su parque majestuoso, y mediante el más elevado concepto paisajista de su época se logra una armonía visual sofisticada… Chapultepec es otra historia. Su especificidad lo posiciona en otra categoría. Chapultepec es ya un pulmón de la ciudad de México, sin la cual esta se ahogaría en sus gases tóxicos. Pero a diferencia de Central Park el Bosque sagrado de Chapultepec funciona a otro nivel, y ese nivel requiere de un nuevo (y antiguo) caminante del bosque. El caminante del Bosque atemporal, ha de cruzarse con el ciudadano paseante y con el trotador de domingo en este parque totémico de Serpientes y Escaleras. El juego sugerido, de recorridos diseñados tendrá la lógica que tiene un juego secular (aunque ningún juego nunca lo es del todo), y tendrá ese nivel de lectura. Pero al tiempo habrá una restitución jugándose ahí también: la misma restitución que hace el filólogo que descubre el poder de una lengua milenaria amazónica, en su dimensión post antropológica, cuando se rinde, en tanto occidental, ante una ciencia espiritual certera en su poder de efectuar conexiones con lo inmaterial.

La entrada en el bosque ritual no conlleva ningún aspecto supersticioso, aunque sí esotérico en el sentido de lo que se esconde a plena vista según el nivel de consciencia del visitante. Es decir, de este mismo juego se desprende un conocimiento corporal alterno. El cuerpo entabla una relación con los territorios de lo intangible y se abre a la experiencia de temporalidades extensas, que reconfiguran su presente. Esa es la implicación, digamos pedagógica que tiene el juego. Estas dos experiencias, de espacio y de tiempo, son en síntesis una operación sobre el cuerpo, que accede a redescubrir lo interrelacional y lo complejo, los enrramados espacio temporales de un territorio que se camina en consciencia.

En síntesis: el Bosque de Chapultepec, aparte de ser pulmón físico, es también el pulmón espiritual de una zona, desde bien antes de que existiera la ciudad. Del mismo modo que una puerta puede ser solo una puerta o también paralelamente un portal, el bosque que alberga la ciudad de México tiene otras dimensiones vivas, no meramente arqueológicas, que lo posicionan en un mapa alternativo al de una realidad civil. Eso nos parece de la más alta importancia a la hora de considerar el ethos con el que se trabaja en este territorio. La labor puede asemejarse a la de la restauración de un edificio inmaterial, que yace desdibujado porque no está presente la “calidad de consciencia” que lo puede experimentar. Fomentar esa conciencia es la esencia del proyecto en curso. Esta esencia se separa, por su intención y por su escala de un ethos exclusivamente materialista mecánico o urbanístico y honra otros modos de conocimiento que habitaron y habitan el territorio.

Desplegar en el cuerpo estos modos de relación con el espacio y con el tiempo es el planteamiento que traemos a la mesa, sobre todo en tiempos en los que está más patente que nunca la caducidad de los modelos basados exclusivamente en el orden de lo visible y de lo material. El bosque se encuentra aquí re-ligado a su historia invisible, a ciclos mayores a los que se sostienen comúnmente en la consciencia. Se encuentra también realzado concretamente el territorio circundante con el que el bosque se conecta de formas intangibles.

Una analogía: En círculos médicos de avanzada se considera que “el agente”, “el huésped”,o el virus es el señalador de una enfermedad hipercompleja. Si bien es claro desde la visión alópata que hay un problema respiratorio en curso, desde un punto de vista más omnicomprensivo, el problema podría radicar en un asunto más profundo de cómo y qué está respirando la civilización contemporánea.

Video de fb, texto fb y Emiliano García.

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