Los cuernos del venado que tienen tatuada la Vía Láctea son una metáfora sencilla del contacto. La palabra Antropoceno no ha sido aun mencionada en relación a este proyecto, pero hay un relación con la visión que subyace este vocablo, capaz de romper la perenne oposición entre lo cultural y lo natural. Los Samis, del norte del planeta fueron transhumantes durante toda su historia, y su técnica de contacto era ser guiados por otros seres que tenían antenas más elaboradas que las humanas. Esos seres tienen lo que desde hace pocos años los biólogos llaman ‘cultura’, a raíz de una evidencia nueva, que contradice todo lo que entendíamos en la época de nuestro complejo de superioridad mal fundado. Siguiendo la lógica de las migraciones del venado durante el año, el diagrama de sus movimientos se convertía en un verdadero e invisible mandala sobre el territorio. Todo tenía un sentido intrínseco, porque todo estaba en contacto con los principios más elementales de la Tierra y sus movimientos en el universo.
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La novela Contact se ocupa de tocar tierra en sus últimas líneas. Todo lo aprendido en el cosmos tendrá aplicación en los movimientos que haga Ellie, la renovada ser humana en su propio planeta, o habrá sido para nada. Como reza el proverbio de los uitoto: «viaje al centro, para aplicar, lo aprendido, en la periferia ». Esta es una de las razones certeras para buscar estados de consciencia amplificados, donde no hay dónde descansar la cabeza, porque son lugares activos de encuentro con lo propio, con el centro y con el origen, o sea, los lugares del reto mayor; y lo aprendido es para recordarlo, y para llevarlo como ofrenda y como herramienta al estado de vigilia.