Correspondencias entre ciencia y arte
Conversaciones entre François Bucher y Rupert Sheldrake
2018

Mis diálogos con Rupert Sheldrake se desarrollaron entre los años 2012 y 2014. Queda claro aquí que más que buscar respuestas de parte de él, el hecho de corresponder con Sheldrake era una forma de movilizar ciertas ideas y de poder afinarlas al exponérselas. Dichas ideas venían de mis propias experiencias con lo que Sheldrake llama en sus términos los «campos morfogenéticos». También hubo encuentros filmados que aún no han sido publicados.

Estos diálogos, editados para los propósitos de esta publicación, permiten exponer ciertas ideas que han constituido la base de mi experiencia en aspectos que ponen en juego la relación entre arte y ciencia.

Originalmente publicado en español dentro del libro La Catástrofe del Presente sobre la obra de François Bucher. Escrito por Claudia Salamanca.

Apreciado Rupert:

Trataré de ser muy breve, como lo has sugerido.

Soy un artista y escritor colombiano que enseña en Suecia, vive en Berlín, de apellido francés.
He llegado al mismo campo de tu pensamiento a través de canales di- ferentes y te considero como un héroe por haberte separado del gran paradigma en el que estuviste durante tantos años. Y entiendo perfec- tamente la razón de los ataques que te han asestado en este camino los lugartenientes de la ciencia materialista.

Hace un par de años hice un video sobre Jacobo Grinberg, un colega tuyo de pensamiento, que desapareció en 1994. Grinberg conocía tu teoría. Él hizo uno de los más logrados experimentos en neurofisiología en el campo de la paradoja epr (Einstein-Podolsky-Rosen). Lo llamó potencial transferido, y mediante ese experimento fue capaz de probar lo que colo- quialmente llamamos telepatía. Tú, con seguridad lo conoces.

Me encantaría crear el año entrante una exposición y una conferencia entre tú y otros participantes, en la línea de una réplica transoceánica del experimento de Grinberg...

Querido François:

Gracias por esto. Voy a estar de viaje por la mayor parte de noviembre y agradecería si me resumes tus ideas. No voy a poder comunicarme por teléfono por un tiempo. Las conferencias son tan difíciles de organizar y también me va a ser difícil asistir. Me llegan muchas invitaciones y sim- plemente no tengo el tiempo de ir a muchas. Además, soy muy pesimista sobre lo que se pueda lograr en ellas. ¡Siento no ser más optimista!

Saludos,
Rupert Sheldrake

Querido Rupert:

... en cuanto a mí, por el momento no estoy limitado a pensar en el ám- bito de una conferencia, pero tengo la posibilidad de tejer una red entre gentes de ángulos tan diferentes, que pienso que se podría articular algo semejante a lo que sucedió en los «triálogos», entre Terence Mckennah, Ralph Abrahams y tú, con el mismo espíritu de invención y libertad...

La verdadera pregunta que me planteo tiene que ver con una especie de movimiento entre el interior y el exterior de una zona. Cuando estoy fuera de esa zona puedo decir que entiendo intelectualmente el profundo cam- bio ontológico que trae el contacto con lo hiperdimensional; pero este entendimiento intelectual no es más que un pálido reflejo de los eventos que lo produjeron. Porque precisamente lo que quiero decir es que solo cuando yo mismo me reavivo en mi propio contacto con las «sincronías» —para decirlo de manera simple—, cuando me abro de nuevo a la ex- periencia de otras dimensiones, entonces es cuando todo tiene lugar; la sobria comprensión intelectual nunca es suficiente. Es como una zona a la que se llega en diálogo o «multílogo» con el misterio, y es ante todo una experiencia del cuerpo.

Querido François:

Mil gracias. He estado muy ocupado en los ee. uu. y con muy poco tiempo para ver el material. Este mensaje solo es para decir que las ideas y los correos han sido recibidos

Mil gracias.
Rupert

Querido Rupert:

Me estaba cuestionando sobre tus «10 dogmas de la ciencia materialista». Actuando como el fantasma de Terence Mckenna, quiero preguntarte: ¿por qué no incluiste el dogma ubicuo de que el tiempo es homogéneo, estable y amorfo? Tantos experimentos de la que llamas «ciencia materialista» se basan en este dogma; casi todos, de cierta manera.

Con ese cuestionamiento también estoy haciendo alusión a la pregunta base sobre qué es la astrología, la ciencia que fue apagada y silenciada. Me refiero a la astrología del ciclo largo, la de la precesión de los equinoc- cios..., la astrología que se fija en el llamado año largo de Platón. En esa astrología está clara la idea de que el tiempo tiene una forma y que una era no es del todo igual a otra, del mismo modo que no es igual pasar por el verano que pasar por el invierno, si se hace la analogía con el año terrestre. Y eso no tiene cabida en los parámetros que aplica la ciencia materialista a cualquier experimento, donde el dogma es que el tiempo no tiene ninguna cualidad.

En estos días hablé con un amigo que conociste en Berlín y que quería, hace algunos años, que le dirigieras su tesis de doctorado. Es un biólogo que trabaja con monos. Él me cuenta que tus teorías sobre los campos morfogenéticos son rechazadas en su contexto con el argumento de que son demasiado subjetivas, de que no hay pruebas irrefutables al respecto. En tanto que a mí me confrontan con el dogma contemporáneo anticiencia de la Academia de Artes y Humanidades, por el solo hecho de orientarme hacia la experimentación —«Por qué buscas pruebas?», se me reclama—.

Pensé que es bastante diciente esta esquizofrenia.

Saludos,
François

Querido François:

Yo sí trato lo del tiempo en el libro, pero hay tantos sentidos para eltiem- po en las ciencias, que no creo que se reduzca a un dogma. En la física cuántica hay tiempos reversibles; en la cosmología, la flecha del tiempo de la expansión universal; el tiempo de la termodinámica; la reversibili- dad de la física clásica; el tiempo biológico, como en el desarrollo de los organismos. Creo que la ciencia se ha movido mucho más allá del tiempo absoluto de Newton. Entonces, esto no me pareció ser un dogma espe- cialmente simple, o directo o irreflexivo. Por supuesto que hay muchos otros dogmas posibles que habría podido añadir, pero quise permanecer en las premisas centrales del materialismo.

Saludos,
Rupert

Apreciado Rupert:

No soy científico, como bien lo sabes. Entonces, permíteme hablar como un no científico, o como un científico mágico. Hay un autor, Daniel Ruzo, que distinguía dos ciencias: la mágica y la materialista; a partir de esta oposición te planteo lo siguiente: cuando miro el disco solar o calendario de los aztecas, veo un calendario de la conciencia. Se dice por parte de los guardianes del conocimiento antiguo de México que ese calendario es una imagen de la tierra vista desde la perspectiva de una conciencia elevada, vista desde la perspectiva del sol. Algo similar dices en los triá- logos con Mckennah y Abrahams: la idea de que el sol podría ser enten- dido como un organismo vivo, o como una conciencia —aún desde la perspectiva de un biólogo—. Desde la perspectiva del sol, nuestro tiempo se ve similar a la sección de un tronco de árbol, y nuestra forma-en-el- tiempo se convierte en una imagen que contiene muchos tiempos. Como los fragmentos holográficos que somos de ese animal gigante que es la conciencia planetaria, tenemos mayor o menor acceso a las escalas de ese mapa hiperdimensional del tiempo, según nos desindividualizamos.

El tiempo tiene una forma. Y nosotros tenemos la forma de ese tiempo. Yo me inclino a pensar que la conciencia y lo que hemos llamado biología pueden pensarse en términos similares. Somos capaces de ver el ciclo de los 365 días del año y observar cómo en ese ciclo hay tránsitos de la naturaleza, en el hemisferio norte, desde el invierno, cuando todo está muerto, a la primavera, cuando la vida ha resucitado. Pero lo que consti- tuye un tabú, según el dogma de la homogeneidad del tiempo, es pensar que nuestra conciencia pueda estar involucrada en un macrociclo, que también tiene «estaciones». Pensar en términos de astrólogos (en vez de astrónomos), o sea, pensar que planetas, estrellas, centros de galaxia, etc., actúan sobre el cuerpo: ese es el punto. El pensamiento astrólogos es todo aquello que antes se expresó en la mitología: los dioses eran, entre otras cosas, fuerzas elementales o frecuencias planetarias. ¿Por qué en la mitología? Por una simple razón: una fuerza inmaterial necesita ser expresada mediante una animación, una narrativa, una metáfora viva; en pocas palabras, por medio del arte. Dicho esto podemos intuir que bien podemos haber estado atravesando un macroinvierno de 2000 años en esta era de Piscis, dentro del ciclo del año largo, en este compás —ina- barcable para nuestro estado de conciencia actual— de la «precesión de los equinoccios»; atravesando una sección del ciclo de la espiral de la conciencia que está nombrada en la mnemotecnia más antigua inventa- da por el hombre: el zodíaco. ¿Qué es el zodíaco? Una serie de animales dibujados en la eclíptica para delimitar sectores de influencia. En este sentido, una era del ciclo precesional podría ser como un marcador de la duración necesaria para que un proceso se lleve a cabo hasta su comple- titud; similar al tiempo de la oruga en la oscuridad del capullo antes de la emergencia de la mariposa, si se quiere usar la analogía más trillada con lo biológico... Tomar esto en serio causaría que cualquier experimento estuviera sometido a estas fuerzas invisibles que no se pueden trazar, a menos que se acceda a una conciencia expandida. Pero nuestra concien- cia está anclada a una visión del tiempo dentro de una noción mecánica. Un experimento sobre telepatía, por ejemplo, podría ser diferente en la era de Piscis que el mismo experimento en la era de Acuario. O en un nivel micro, podría ser diferente de un día al otro, o diferente en la mujer cuando ella está cerca de los días de la menstruación, en el momento en que el cobre —de igual signo alquímico que Venus— tiene una influencia explosiva sobre su psiquismo.

Un poco más allá de este asunto, creo que tu genio viene del hecho de que como biólogo afirmas que a ti te toca escapar a la fijación de la biología que enfatiza el hecho de seccionar y fragmentar para conocer. Y, cuando se hace referencia al tiempo, lo que llamamos tiempo, tal disección es tan mo- numental e improductiva —desde una conciencia mecánica del tiempo—, que no tendría fin. Por eso, estableces unos experimentos y una teoría que busca el todo, los reflejos del todo, que es lo que nos corresponde hacer cuando se trata de entrar en la verdadera dimensión del pensamiento.

Como lo dijo una vez un científico cuántico, necesitaríamos otro universo para saber algo de este —el tiempo es el río en el que me ahogo, pero yo soy el río; es el tigre que me mutila, pero yo soy el tigre—... Sin embargo, creo que tu forma de realizar experimentos es lo que sí podemos hacer, ya que tienen un propósito de transformación. Para transformarnos en lo que ya somos, para recuperar el camino hacia el cuerpo que perdimos poco a poco cuando nos estancamos en medir la materia y olvidamos que éramos parte de un metabolismo extenso. El cuerpo que habíamos perdido es el cuerpo hiperdimensional, el que puede teleportarnos de un círculo al otro, sanar el pasado para sanar el presente...

De vez en cuando podemos agarrar un cristal de ese otro mundo del que no se puede hablar, el de los campos de información donde el tiempo es extremamente paradójico; esos cristales, los mismos que has agarrado a tu manera, tienen un poder transformador.

Cada historia que se cuenta sobre los campos inmateriales de información, sea por medio de la mitología, o por medio de la nomenclatura científi- ca —como lo haces tú— dan una imagen de lo invisible, encarnan una verdad. Tu «cuento» del herrerillo que logra meter el pico en la crema, es un cuento que aterriza una imagen del mundo, y el mundo del que habla ese cuento tiene poder de transformar.26 Ese es el mundo que constan- temente olvidamos, que se nos pierde una y otra vez, durante el curso de nuestra vida y a través de las generaciones: el mundo multidimensional, la existencia de un universo sin fin en todas las direcciones y en constante retroalimentación con nosotros. Es aparentemente más fácil vivir en las coordenadas seguras del materialismo.

Saludos,
François

Apreciado Rupert:

Te tengo una pregunta: ¿estás interesado en el experimento del potencial transferido de Jacobo Grinberg? Lo discutí una vez con Anton Zeilinger, un conocido físico cuántico. Zeilinger estuvo sorprendentemente listo a descartar los resultados sin mirarlos. Increíble para un hombre dispuesto a pasar horas discutiendo las analogías del budismo y de la teoría cuántica con el dalái lama y sus seguidores.

Saludos,
François

Apreciado Rupert:

Este es Anton Zeilinger, quien le explicó aspectos de la física cuántica al dalái lama y sus seguidores varias veces, y en quien yo había pensado para lo del diálogo o triálogo...

http://discover.coverleaf.com/...

Saludos,
François

Querido François:

Gracias por tus mensajes. Siento no haber podido responderlos todos. Hay puntos que tratas que requieren respuestas largas.

Sí, traté una vez a Anton Zeilinger y me sorprendió, como a ti, su extremo y dogmático escepticismo sobre los fenómenos psíquicos, a la vez que una imaginación desbordada cuando se trata de los efectos de lo cuántico.

No puedo comprometerme en una serie de encuentros epistolares porque estoy realmente muy ocupado, pero puedo reservar medio día para un encuentro en Londres que me permitiría discutir algunos de los temas que te interesan y que se cruzan con mis propios intereses.

Saludos.
Rupert Sheldrake

Apreciado Rupert:

Después de nuestro encuentro...

Hablaste de las flores. Yo he pensado muchas veces que las flores son una expresión muy clara de la cimática. Una vez, en medio de una serie de sueños que eran como ilustraciones de la caverna de Platón, recibí una frase que logré retener: «La pirámide precede a la montaña y el número diez estaba antes que los dedos de nuestras manos». En otro sueño oí «El alma es al cuerpo lo que la regla geométrica es a la materia».

Intuyo que hay una frecuencia que le da forma a la materia, que esa fre- cuencia es como el verbo de «en el principio fue el verbo». Todo esto va en franca contravía del mundo intelectual que me circunda, es lo que ellos llamarían «esencialista» (¡yo mismo lo habría hecho hace muy poco!). Integrar al discurso lo que ha llegado por otros canales es todo un arte.

Y, volviendo a lo del temor en el que yo insistía en nuestra conversación: hay una dialéctica de la historia que hace que cuando los hombres re- ligiosos se inclinaron hacia lo «científico», los consideraron heréticos, en contraposición a los burócratas de Dios. Los nuevos vencedores, la burocracia de la ciencia materialista, declara una guerra parecida contra científicos como tú —los que con clara intención de su alma piensan en términos de transformación y han vuelto a introducir lo inmaterial en la conversación científica—. Hubo un papa de esa nueva Iglesia materialista que se percató de inmediato de que tú eras parte de esta nueva revolu- ción copernicana. Supo que el espíritu estaba soplando en las palabras del señor Sheldrake, de manera que Sheldrake tenía que ser derribado. Me refiero al editor de la revista Nature, que saboteó tu carrera; y desde su ministerio él lo hizo con toda la razón.

Saludos,
François

Apreciado Rupert:

Gracias de nuevo por nuestra conversación en tu casa. Fue un gusto consta- tar la sincronía en relación con lo del agua y la cimática entre nosotros tres.

Hablando desde mi lado más esotérico, le doy crédito a la idea de que los cropcircles obedecen a veces a un efecto cimático —o un efecto electromag- nético de algún tipo—, aunque sepamos que muchísimos son hechos por la gente. Porque hay algunos de esos círculos que son hechos de manera inexplicable, muy precisa, como bien lo sabes, y en tiempo récord. Además, está ese fenómeno de la aparición de globos de luz anaranjados, regis- trada en videos alrededor del lugar donde van a aparecer los cropcircles.

Tu orientación al West Kennet Barrow en Avebury nos llevó a una maravi- llosa mañana —llegamos exactamente dos minutos antes de la salida del sol, como nos habían sugerido, para estar allí en el momento cuando el lugar está en total florescencia—. Mi meditación, apoyado sobre la piedra de la «cabeza viva» fue muy poderosa. También, la noche anterior vimos una bola de luz naranja sobre nuestra cabeza, más o menos a dos millas de altura, precisamente sobre la cima de Silbury Hill, donde estábamos parados (te mandaré fotos). Pero realmente no sé qué pensar de eso. Nos condujeron allí observadores de ovnis que nos encontramos por azar, gente que está acostumbrada a verlos y que habían ido especialmente a fotografiarlos. No hubo ninguna sensación especial. Solo asombro, sin ninguna conexión significativa con eso que pasó volando. La meditación en el Barrow fue otra cosa muy distinta, esa sí muy significativa.

Saludos, François

p. s. ¿Viste esto? Ocurrió el día de nuestro encuentro, pero olvidé mencionarlo.

http://www.bbc.co.uk/news/uk-e... http://en.wikipedia.org/wiki/S...

La coincidencia con el meteoro que cayó en Rusia es grande. Para mí lo es, independientemente de lo que se diga...

«... en los registros que datan del siglo xiv se conoce variablemente como gelatina de estrella, gelatina astral o astromixina».

¡«En el folklore se dice que se deposita la víspera de las lluvias de me- teoros»!

Y me recuerda la hipótesis, en desuso, de la panspermia.

http://en.wikipedia.org/wiki/P...

Querido François:

Sí. Yo disfruté mucho de nuestra conversación.

Estoy leyendo un libro sobre el agua, de Gerald Pollack, que se publicará pronto. Me mandó las pruebas con el título: La cuarta fase del agua: más allá de lo sólido, lo líquido y el vapor. Resume la investigación reciente so- bre el agua y otros fluidos, y me interesa porque algunas de las formas del cristal líquido podrían mostrar efectos de resonancia mórfica y usarse para experimentos que pongan a prueba la resonancia.

Me alegra tanto que hayas visitado el West Kennet Barrow. Como cosa rara, yo estuve allí el domingo. Estaba con un amigo en un sitio cercano, y un amigo en común había estado investigando sobre las fuentes natu- rales alrededor de Silbury Hill. La fuerte lluvia reciente ha causado que las fuentes dormidas vuelvan a la vida, y él quiso mostrarnos algunas. Visitamos entonces el Barrow y cantamos en él, y encontramos varios puntos de resonancia. Debió ser una maravilla estar allí al alba.

¡Gracias por contarme lo de la baba misteriosa en Somerset! Recuerdos.
Rupert

Querido Rupert:

Saludos desde México. Sigo pensando sobre el hecho de que el calendario azteca en frente del cual estuve ayer, de nuevo maravillado, o cualquier otro fractal de la imagen-tiempo, es el sitio donde la resonancia mórfica se presentó de manera efectiva como una imagen. Ese calendario está más del lado de la «cimática del tiempo» que del lado de una representación del tiempo. Es por esto que elude nuestro estado presente de conciencia atrapado en el tiempo lineal, en lo referencial. Los discos solares son hologramas, no son referencias del tiempo; son micromanifestaciones de un todo irreducible. Son lo que el todoes, expresado en cierta escala o dimensión —encarnada en el disco como se encarna una frecuencia en la cimática—.

Es por esto que quiero hablarte más de lo de la precesión. Te adjunto un disco solar de Georgia, donde tuve la oportunidad de conocerlo hace poco.

François

Felicitaciones sobre lo de la charla Ted y el seguimiento. Este tipo de cen- sura es invaluable. Evidencia cuando algo no solo es solo «an idea worth spreading», sino que tiene un verdadero poder.

Sí. Síntomas de un cambio de paradigma.

R.

Apreciado Rupert:

He estado leyendo un libro extraordinario y bello Méditations sur les 22 arcanes majeurs du Tarot, escrito por un hombre que decidió permanecer anónimo. El autor también bebe en la fuente de Henri Bergson, como tú lo hiciste.

Esta noche ceno con Edgar Morin aquí en Berlín. Puedes encontrar datos sobre él en la página sobre los asistentes al Wissenschaft College.

Allí he visto a personas que están en el campo de la biología, ligando la cuántica y la biología. ¿Habrá gente interesante y librepensadora allí?

Me pregunto si te gustaría venir a Berlín en este contexto. http://www.wiko-berlin.de/en/f...

Y, por otro lado, quería saber si has estado en contacto con las perso- nas que están haciendo esta investigación en Stuttgart. Vamos a incluir imágenes de esto en la curaduría que estamos haciendo en Suecia, «El mundo fue plano, ahora es redondo y será un holograma».

Saludos,

François

Querido François:

Gracias por decirme todo esto. No, no he conocido la investigación de Stuttgart.

Estoy sobrepasado por el momento como resultado de la controversia ted, y recibo unos cien correos a la semana. Cuando contesto 1, 2 o 3, 4... han llegado muchos más.

Espero que esto se calme.

Saludos,
Rupert

Apreciado Rupert:

Nunca había oído el triálogo sobre el fenómeno de loscropcircles. No me pareció tan interesante como otros. Mckennah es demasiado autoindul- gente con sus ideas en ese triálogo.

Te mando fotos del avistamiento que tuvimos Lars y yo el día después de verte en Londres; ya te lo había mencionado. Era una bola anaranjada que pasó justo encima de nosotros —que estábamos en la cima de Silbury Hill—, moviéndose como se movería una libélula —algo que viajaba a baja altitud—. Ese fue el primer avistamiento que yo haya tenido, y fue en Avebury. Entonces, el misterio de ese lugar, de su energía, se volvió algo muy concreto para mí. Y sabiendo como sé que hay videos en Youtube —uno en particular de los años noventa— en el que se ven esas bolas de luz en el lugar donde luego aparece un cropcircle, pues algo se liga.

Estoy seguro de que conoces el diseño del siglo xvii del círculo del diablo, junto con la descripción de la gaceta, que lo pone a uno a pensar muy seriamente sobre los cropcircles, ¡sabiendo que es tan viejo el fenómeno!:

http://oldcropcircles.weebly.c...

Acá el video de 1991:

Siendo que yo trabajo con video, le doy crédito a que esto no está tru- cado. Además, mi cámara también captó algo muy similar, sin que yo lo supiera, en la cima del cerro Marcahuasi, en el Perú: una luz que se mueve de una forma que una describiría como «inteligente» o guiada, no a la merced de los elementos naturales, no como un papel brillante al viento ni nada parecido.

Saludos.

François

Yo no estoy en lo de la controversia de ted, sino tratando de llevarte hacia lo de las bolas de luz. Hace unos tres años hice una encuesta aleatoria a propósito de las luces que muchos de los habitantes vieron en el pueblo de Tepoztlán, en México. Casi todos las habían visto en los mismos meses de los mismos años. Los que tenían las ventanas de sus casas orientadas hacia el cerro de las Luces habían visto luces verdes y azules moviéndose de izquierda a derecha. Aquellos cuyas casas estaban orientadas hacia el cerro del Tesoro habían visto una bola grande de luz naranja que se aden- traba en la montaña. Los nombres de esos cerros son por supuesto muy antiguos, y coinciden con el fenómeno contemporáneo. Lo mismo que la Golden Ball Hill en Wiltshire y lo relacionado con los círculos mágicos de las hadas del siglo xvii... Descripciones de pequeñas bolas de luz en círculo, y luego el rastro de los círculos formados. Esta es una tradición popular en la misma área donde aparecen hoy estos cropcircles.

Mi intuición es que hay ciclos de una hiperbiología, y en ella los eventos siempre suceden rítmicamente, como un sistema biológico. Y nuestra percepción de ellos se abre y se cierra como un párpado colectivo. Las bolas doradas filmadas cerca de los cropcircles en Golden Ball Hill serían uno de esos indicadores.

Querido François:

Me alegro de que estés siguiendo la huella del fenómeno de las bolas de luz. Yo no las he visto y sé muy poco de ellas.

Saludos.
Rupert

Querido Rupert:

¿Te has dado cuenta de que el nombre del llamado trópico de Cáncer debería haber cambiado a trópico de Géminis hace dos mil años más o menos, y que como civilización nos olvidamos de qué era realmente un trópico, y del ciclo de precesión al que pertenecía, y por lo tanto nadie se ocupó de cambiarle el nombre..., y que ahora deberíamos estar a punto de cambiarle el nombre al trópico de Tauro si estuviéramos poniéndole atención al horizonte, es decir, si le pusiéramos atención a qué constela- ción sale en el lugar donde sale el sol en un determinado punto del año?

Del mismo modo, el trópico de Capricornio debería haber sido llamado trópico de Sagitario en los últimos dos mil años, y ahora estaríamos cambiándole el nombre a trópico de Escorpión, ¡si todavía nos acordáramos de nuestro sistema de medición!

Lo que dijiste sobre los astrólogos modernos es más cierto que lo que yo hubiera imaginado. No tienen ni idea de esto, porque no están mirando el horizonte... Y la astrología viene de la observación; no vale de nada sin ella; no hay computador que pueda reemplazarla.

Tuve un sueño en el que aparecías junto a una pantera que parecía haber estado en una jaula por mucho tiempo.

Saludos
F.

Querido François:

Gracias. No. No había pensado en esto del trópico de Cáncer.
Saludos,
Rupert

Apreciado Rupert:

... esto tiene implicaciones enormes y diminutas, en el sentido de que la mayoría de nosotros no somos del signo del zodíaco que creemos ser. Por- que hay un sistema que está en un flujo permanente, variando cada 2000 años en un ciclo de aproximadamente 26000 años. Ese ciclo, como sabes, se llama la precesión de los equinoccios. Nuestro calendario civil ajusta, o compensa, el desfase que crea el ciclo precesional, porque siempre hay un descuadre, que vuelve a manifestarse en cualquier escala de la ecua- ción del tiempo. Este descuadre es el que nos arroja en una espiral infinita e inabarcable, en la ecuación inconocible del orden cósmico, donde hay algo que es siempre irreducible. Nuestra civilización, con su conquista de números irracionales y cálculos infinitesimales insiste en proyectar un cir- cuito cerrado que es determinable y constante. Porque nuestro calendario gregoriano busca funcionalizar, busca un mundo civil de llegadas al trabajo a tiempo en la mañana del lunes. Y para ello crea un tiempo artificial (una inteligencia artificial) una desconexión con la dimensión del tiempo que se basa en la observación constante de los astros. El nuestro es el tiempo del hombre emperador del tiempo; el colonizador, el instrumentalizador, el hom- bre-nomos, el que le impone su ley al orden natural (un mero espejismo).

Hay dos hermanas: la hermana Astronomos es la metáfora de la ley apli- cada al universo, y es la entidad que le corresponde a nuestro calendario gregoriano. En tanto que a la otra hermana, Astrologos se la descalifica, precisamente porque ella dialoga con lo inmaterial, con el patrón que se reconoce a través del tiempo, en los reflejos que este produce (su cara no se puede mirar de frente). Astrologos es el patrón que va evolucionando en una escala siempre inaccesible para nuestra conciencia, aunque podamos acceder a estados de conciencia en los que abarcamos un poco más de su orden infinito. Astrologos es el patrón del tiempo que tiene una ecua- ción —cifra de las cifras— que siempre nos excede, de forma idéntica a la tradición que habla del nombre inmencionable de Dios. El patrón del que hablamos puede ser reconocido, pero nunca puede ser gobernado. En cada nivel de la espiral del tiempo aparece lo irreducible, que lanza el sistema a su próxima fase. Como en la teoría del caos, cuando todo el sistema parece haber sido aprehendido, salta al entendimiento otro factor fundamental que vuelve a revelar al geómetra gigante, al que siem- pre está dibujando en un tablero que está en una potencia más elevada que nuestra última potencia, hasta el infinito y más allá (como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos).

Nuestro calendario civil es el del tiempo de los «controladores del pre- sente». Pero probablemente esos controladores, los administradores ca- tólicos romanos del tiempo, hasta ellos mismos han olvidado sus reglas, su intención, han olvidado que esa abstracción de números que crearon era una construcción para gobernar, ya que ella terminó gobernándolos a todos ellos de paso también, como un virus incontenible que separa la cabeza del cuerpo. Los que tendieron la trampa y los que cayeron en ella, ya indiferenciados, nos convencimos de una dimensión mecánica, prede- terminable del tiempo, y perdimos de vista el tiempo como dimensión.

La etimología de religión es re-ligare: atar de nuevo. Esto quiere decir, en cierto sentido, ligar la ciencia con la experiencia y no dejarla ir a la deriva, a las abstracciones dogmáticas. Este sentido de religión se borró frente a la pseudorreligión de los administradores del tiempo. Controlar los patro- nes concéntricos e inconocibles del tiempo cíclico, esconderlos, velarlos, para así controlar el mundo: ese fue el proyecto imperial del hombre. Un proyecto que produce un ser desligado de lo que lo circunda, atrapado en una «inteligencia artificial».

Este es el régimen que triunfó, uno que descarta las mnemotécnicas de la conciencia tales como el zodíaco, aquellas que están en diálogo con la realidad evolutiva de los campos morfogenéticos; las que requieren de la paciencia y la humildad del pescador, requieren de otro tiempo, de un diálogo de escala transcivilizacional.

Las mitologías son como el labrado de los surcos en la arena de un jardín zen. La arena fina se peina con cuidado para poder captar la huella del animal que atraviesa raudo en la noche, para captar su forma evanescente en cuentos y parábolas, en danzas en celebración al sol, en la geometría holográfica de los discos solares y en los juegos, ceremonias y ritos sa- grados. La forma invisible del tiempo está por encima y más allá de la ley inmutable que pretendemos imponerle. Esta forma no se puede sujetar: solo se pueden percibir sus reflejos. Pero esta humanidad sin rango se estrella con la ilusión de la línea y del progreso, del futuro determinable, cuando todo en el universo habla de ciclos y mutaciones... Se busca una seguridad, un asiento imposible... Por eso nos aferramos a un tiempo estilo Truman Show, a la falacia de unas coordenadas fijas inexistentes.

La Pascua judía es un arquetipo, un evento celestial que se disfraza de anécdota, que codifica el paso del sol sobre el ecuador en su tránsito hacia el trópico del hemisferio norte (trópico de Géminis ahora, pero conocido todavía como trópico de Cáncer por nuestra civilización amnésica). Este evento se determinaba antes por el momento de la maduración de la cebada y una multiplicidad de signos de la primavera, antes de que los patriarcas cambiaran esa costumbre en el siglo iv y finalmente se basaran en una ecuación matemática para determinar la fecha precisa de la celebración.

Los cálculos ya no se hacen en relación con el cuerpo ni con la manifesta- ción de dónde está el sol. Ya no estamos hablando de «cuándo están las cosas maduras, sino de cuándo, matemáticamente, se cree que deben madurar». Este errar por fuera de la experiencia del «cuerpo en el mundo» es también correlativo a nuestra inhabilidad para reconocer el cuerpo en su relación inteligente con los ciclos que le pertenecen. El «hombre zodiacal» del siglo xii es un mapa inmaterial del cuerpo como círculo concéntrico del universo, como holograma, es decir, parte que contiene el todo. Para solo dar un ejemplo sencillo, hay que ver que el ciclo de la luna tiene que ver con el ciclo de la menstruación y que el signo alquímico del cobre es el mismo de Venus y de mujer. Ahora sabemos que los niveles de cobre aumentan durante el ciclo, en la volátil zona psíquica que se da antes de la menstruación. De igual manera, los hombres tenemos una concentración de hierro más alta, y éste es el mismo signo alquímico de Marte y de lo mas- culino. Estas constataciones contemporáneas, hechas a partir de análisis de sangre, podrían hacernos reflexionar sobre lo de descartar todos estos conocimientos inmateriales como si fueran pura superstición. Podemos ver de nuevo estos procesos, que yo me atrevo a llamar también morfoge- néticos, entender que el microcosmos «cuerpo» refleja la expresión «abajo como arriba», o, «en la 3d, como en otras dimensiones», o «en la octava del chacra como en la octava de la frecuencia de la órbita del planeta».

Nuestro calendario gregoriano ajusta con ecuaciones complejísimas un desfase cíclico en un sistema aparentemente cerrado y determinable. Este desfase es la expresión de aquello que constituye, grado a grado, el ciclo largo de la precesión de los equinoccios, que solo es comprensible mediante una mnemotecnia, como lo es el zodíaco. En algún momento de nuestra historia, nuestra misma conciencia, en su nivel más amplio, logró crear un atrapa-patrones multidimensional que se llama zodíaco. Sabemos que hay varios zodíacos, correspondientes a varias tradiciones. Lo importante es entender qué tienen en común. Porque lo increíble de cualquier zodíaco es que marca doce sectores en el año y luego marca los mismos doce sectores en orden retrógrado durante el año largo de 26000 años. La formación de ese atrapa-patrones —una obra de arte, cuando la palabra arte llega a las alturas más impresionantes— es una expresión que al ser entendida produce una humildad muy grande frente a la matemática de la creación. Hay que tomar distancia y entender el gran compás y la gran G mayúscula en el signo masónico, porque este tipo de megageometría concéntrica que alcanzamos a vislumbrar a través de sus reflejos —a través de nuestro «arte de ser espejos»— es deslumbrante.

Claro que yo no he comprendido todas las consecuencias de esta historia, pero estoy comenzando a entender lo que implica. Esta es la manera como trabaja el artista. Tal vez no sé a dónde voy, pero quizá sé cómo avanzar en la dirección del lugar a donde voy, así sepa que no lo alcanzaré. Hasta donde puedo ver, el tiempo civil y mecánico, en el que vivimos desde Julio César —el Truman Show, el teatro falso del tiempo civil— se impone sobre el otro, y nuestra conciencia termina robotizada. Nos tornamos incapaces de experimentar con nuestro cuerpo la salida del sol y las fases de la luna, atrapados en leyes inmutables y predeterminadas que nos divorcian del universo. Desde allí no hay pensamiento posible: solo un cuerpo atáxico que no sabe qué le está sucediendo.

Más importante aún: los sistemas astrológicos se idearon desde el más asombroso diálogo con otras civilizaciones —y aquí yo diría que nuestro estado de conciencia está en relación directa y proporcional a la posibilidad limitada que tenemos ahora de establecer diálogos con otras civili- zaciones—. No hablo de otras civilizaciones en un espacio estelar de tira cómica, no con seres de otra galaxia: hablo del diálogo con las civilizacio- nes que estuvieron y que estarán aquí en la tierra. Veintiséis mil años no es una escala disponible para nuestra conciencia, y de serlo, esta escala de tiempo sería en sí una mutación de nuestra especie. Nos volveríamos como los gigantes de los mitos protohistóricos. Tal vez eran gigantes en el sentido de que su conciencia tenía la escala del año largo, y nosotros somos enanos porque apenas si podemos pensar hora tras hora. En el mismo sentido en que la forma de Venus puede ser, para una conciencia inmaterial, no la forma física del planeta, sino la flor que Venus dibuja en su baile con la tierra durante 243 años. Para imaginar esta flor hay que imaginar una estela de luz que dejara la impresión de su recorrido en una película emulsionada, como si el obturador de la cámara estuviera abier- to por todos esos años. El obturador de una conciencia que ha abierto su escala puede estar en diálogo con extensiones de tiempo enormes.

La astrología ve los reflejos de esa forma, ve los patrones que le siguen para adentro y para afuera, como un fractal, para arriba y para abajo; ve la frecuencia que envía ecos por el universo; en tanto que la astronomía ve las leyes que gobiernan Venus. Y nadie puede realmente gobernar Venus.

En la esfera de los diálogos transcivilizaciones, una observación cotejada con otra es lo que llevó a Hiparco a entender la precesión, al comparar un eclipse de luna de su tiempo con uno que había sido registrado en los datos de los caldeos y de los babilonios. Entonces entendió que existía tal cosa, la precesión de los equinoccios, y puntualizó su marcación en el equinoccio de primavera, usando los sectores del zodíaco como marcador del cambio lento a través de largos lapsos de tiempo: cada 2000 años un cambio de era. Esta mnemotecnia es apta para captar la onda inmaterial del tiempo —hablando como McKenna—, el patrón, no la cosa. Está al servicio de algo que es infinito en todas las direcciones, siempre coherente, siempre produciendo el próximo círculo concéntrico. Una enorme espiral o un laberinto de Chartres que no para de crecer y que marca nuestro pasaje a través de las eras, a través de zonas de distintas influencias.

Saludos desde el círculo polar. Desde Tromso, donde esta espiral apareció una vez. Yo se la recomendé a tu esposa.

François

Quise mandarte esto, Rupert. Es una belleza y Bergson sale por aquí y por allá también.

http://tarothermeneutics.com

Saludos,
François

Querido François:

Gracias por esto. Sí, he visto en realidad el libro. De hecho, cuando viví en la India, en el Ashram del padre Bede Griffiths, dijo él que le había parecido muy interesante.

Mis cordiales saludos,
Rupert

Apreciado Rupert:

Me acordé de que ibas a hablar en la Sociedad de Investigación Psíquica y terminé mirando la lista de sus presidentes, ¡hasta Bergson! ¡Y Arthur Balfour! Sin mencionar a los otros. Luego estuve en la biblioteca en línea con sus increíbles listas de investigación, artículos y libros.

Estoy planeando ir con mi pareja, Lina, a Londres en junio, y por supuesto, a Avebury. Me quedó mucha sed de los Barrows y de las bolas anaranjadas.

Me pregunto si podrías presentarme a alguien de esa institución. En lo que concierne a ted, me quedé pensando cuando se lo mostré a mis estudiantes —algunos de ellos están comprando tus libros con gran inte- rés—, que te pusieron una trampa al ubicarte al lado de Graham Hancock, pero la trampa les falló. Esa es mi lectura de la situación, sin saber nada concreto. Graham, a quien he oído hablar antes y quien me ha parecido mucho más cuerdo, se inclinaba hacia una posición muy problemática, pesada de culpa y de vibraciones de predicador protestante.

Eso te ayudó, creo, porque lejos de colapsar con él en el reino las teorías alternas sin columna vertebral, como habría podido suceder si él hubiera estado más lúcido; tú te mostrabas en claro contraste por tus palabras y por tu rigor intelectual, y porque sus argumentos eran demasiado negro y blanco, y moralistas.

Espero que hayas podido leer ese libro que te mandé, o que lo compres para tenerlo en tus manos.

Esta semana, aquí en París voy a reunirme con Antoine Faivre, gran refe- rencia del hermetismo cristiano, quien hizo posible la aparición de ese libro anónimo y post mortem. Esta es la razón por la que lo busqué. De Hermes Trismegistus a Sheldrake, vía Bergson.

Saludos,
François

Querido François:

Gracias por las reflexiones sobre el ted talk y su efectos en los espectadores.

Saludos,
Rupert

Querido Rupert:

... No hay tal cosa que una inteligencia artificial opuesta a la inteligencia

natural: nos dirigimos hacia lo poshumano o ultrahumano (a un estado

de conciencia expandida).

Con esto del movimiento del ratón que se incorpora en el cerebro —a lo que se refiere el artículo—, pienso en el «estar en línea» sin computador está a la vuelta de la esquina.

La Internet va a ser el cerebro y el cerebro va a ser la Internet.

Los pensamientos de Mckenna regresan. La Internet, en sus últimas consecuencias, no es nada sino pura interconectividad, la idea de Gaia que retorna.

La realidad artificial mostrará cómo nunca fue artificial y que la evolución creativa estaba ocupada creando mutaciones en nosotros por ambos lados: por el lado de la conciencia expandida inmaterial y por el lado material y tecnológico, es decir, el computador y su última expresión, la Internet. En principio parecería una oposición, como una guerra; y será una guerra, una guerra total tipo Señor de los anillos, pero los dos lados revelarán even- tualmente su identidad, como un vórtex con dos corrientes principales que siempre se coexpresan en sus filamentos fractales múltiples. Creo que McKenna tenía razón en ese triálogo —tal vez no te acuerdes de eso ahora—, cuando dijo que la contención entre ustedes dos, hacia el final de la sesión, era superficial. Porque al final, la verdadera oposición será la de la intención: quién busca con ética profunda el todo, por un lado (lo holístico), y quién busca la utilización y el aprovechamiento, sin otra ética que la de la fascinación por la fuerza del progreso y su ilusión de dominio sobre la naturaleza. La filosofía hermética es clara cuando dice que la segunda h en ihvh (nombre de Dios) es la totalidad, la integridad de las cuatro letras. La revelación mística lleva a la gnosis, la gnosis lleva a la magia, a la materialización mágica —que es la palabra, la imagen, la teoría, la creación—. Y por último viene la filosofía hermética que las incorpora a todas y les da el sentido total. Estamos desarticulados ahora; todas estas expresiones de lo tecnológico —como las del enlace dado arriba— están en caos, pero desde otro nivel de conciencia se pueden ver como un todo y se puede ver su orden manifiesto. Ninguna oposi- ción podría triunfar, o como dirían los borgs de Star Trek, «la resistencia es fútil».

¿Y viste eso? Un pliegue en el tiempo... Pero en vez de pensar sus con- secuencias para nuestra vida en la tierra, solo se asume como un medio para encriptar mensajes!

http://www.nature.com/news/temporal-cloak-erases-data-from-his- tory-1.13141

Saludos,
François

Querido François:

Gracias por este fascinante vislumbre. Y también por tus interesantes reflexiones.

Saludos,
Rupert

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