La propuesta de esta exposición consiste en entendernos dentro de una larga proyección, un orden infinito que está en pleno desarrollo, aun dentro de la aceleración de la vida cotidiana contemporánea, que nos impulsa como en una secuencia de Fibonacci: 1, 1,2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233, 377 ,610, 987, 1597…. Al encontrarnos en el último número de la sucesión —el número del tiempo presente— tendemos a olvidar lo que lo precedió, se nos desdibuja el orden, el Logos, que pone en movimiento la secuencia, en cualquier punto del recorrido.¹

La exposición “La duración del presente, notas sobre la frecuencia” explora estos procesos, indaga sobre la relación del hombre, su cuerpo y su entorno. Las piezas apuntan a un conocimiento olvidado —ciertamente rechazado— a la magia del infinito inaprensible que se expresa, sin embargo, en nuestras ecuaciones matemáticas a través de los llamados números “irracionales”, como el número Pi, o la proporción áurea, conceptos que nunca terminan de ser aprehendidos, infinitos del tiempo y del espacio encapsulados en símbolos que abarcan lo inabarcable o incluyen lo inasible.