Entrevista en el marco de "Urgente!" 41 Salón Nacional de Artistas, Cali
2009

Entrevistador: ¿Cómo era su percepción del arte en su adolescencia, cuando vivía en Cali y de qué manera se transformó luego con su formación académica en la Universidad de los Andes, en Chicago y Nueva York?

F.B: Difícil pregunta. Es casi imposible responderla. No se quien era yo cuando salí de Cali (tampoco sé quien era yo esta mañana, si me pongo serio de verdad). En otro sentido era el mismo que soy ahora, la misma mirada al mundo: una búsqueda incesante del ángulo que ve la realidad a través de una refracción extraña. En estos días me acuerdo todo el tiempo de una tarde en el jardín de una casita en la que vivimos en Pance en una época, que le alquilábamos a una señora que creo que se llamaba Didi Fernández. Me acuerdo de esa tarde, entre muchas otras tardes, porque en esa tarde pensé haberlo entendido todo, TODO. El proceso, me acuerdo tenía que ver con pescar la conciencia que estaba por encima de todas las conciencias en mí. Cada vez que llegaba a la que parecía ser la más alta me percataba de que había otra más atrás, y por ahí, entre todo eso, tuve un momento en que sentí que lo sabía todo, a mis 5 años, y me quedó la sensación por siempre. Hoy en día me muevo por ahí de nuevo, en el vértigo de la pregunta de quién es el que vive aquí, cómo es esto del tiempo, de qué manera es que estamos en este espacio. La vida me volvió a soltar hace poco en el sitio de las preguntas más hondas, porque las había dejado, o estaban un tanto dormidas. Nueva York tal vez me hizo poner los pies demasiado en la tierra, la tierra de los anglosajones.
A lo que voy es que lo que hace a alguien escoger ser artista es haber tomado en serio las cosas que los demás dejan selladas en su infancia para poder ocuparse de cosas de mayor importancia. Lo del arte es la tarde vertiginosa de la infancia replegada en toda la vida. No puede ser algo que se aplica o que se formula. Es un compromiso con la vida más íntima de uno.
Cuando salí de Cali mi percepción del arte era la de alguien que ha dibujado y ha pintado pero no ha leído ni mirado mucho de arte contemporáneo. Arte Moderno si, había visto en Europa sobre todo, en Paris y en Londres. Pero mis enamoramientos más profundos eran más por el lado de la literatura. Me gustaban también los carboncillos y grabados de las sombras en el piso de los zaguanes de Cali, de un tal Oscar Muñoz.

Entrevistador: El video, la fotografía, la instalación y su combinación son elementos que utiliza para expresarse, ¿Cuáles son las virtudes que tienen para usted cómo medio de expresión, por qué los prefiere a otros?

F.B: La imagen es lo que más me importa. Pienso la imagen ante todo. Qué es una imagen? Hoy en día lo que llamamos la política, o la guerra, o la ley han entrado en un punto de indistinción con su imagen. Todo el mundo piensa en la imagen antes que nada. Nuestra relación con la imagen es el sitio donde se juega nuestro destino. Cada imagen es como un destino. Son fuerzas muy grandes las imágenes. Lo que pasa es que hay un nivel, en el que se raciona su fuerza, en el que una imagen se hace pasar como la simple mensajera inmediata de un referente. Pero quedarse en ese referente es diferir la experiencia del embrujo de la imagen. Quedarse ahí es ser el sujeto que se somete a un control (social, institucional etc.). Ahí esta el peligro de la imagen: el que está delante de ella necesita estar listo a pensar, sino la imagen ya lo está masticando, antes de que se despierte. La imagen es una cosa del presente, y hay que acercarse a ella con cautela, con deseo, con ritmo. Como el místico se acerca al mándala y al mismo tiempo como el médico lee una radiografía. En ese péndulo está la paradoja de la imagen: es un ahora que se dice antes y es un aquí que se dice allá. Es una constelación de fuerzas donde se juega la vida y se juega el futuro.

Hablando del video, el segundo estadio de una edición, cuando ya hay un juego planteado y viene el momento de jugarlo, ese es el momento que yo más disfruto. En la edición está el cuerpo de uno, la salsa que uno bailó de joven, y hasta el ritmo que ya tenía en la cuna. Y las ideas, y las minucias de la mente. Ahí es donde me gusta más estar a mí, pero es un calvario llegar a ese goce pagano.

Después hay un juego ulterior que es pensar el espacio y el video y su relación. Ahí tengo mucho por explorar, pero cada vez, en cada muestra, algo se ha ido descubriendo por ahí.

Con las fotos es otra cosa, son una idea, en mi caso son siempre el registro de un concepto.

Entrevistador: ¿De qué manera surgió en usted el interés por las problemáticas sociales y políticas, para reflexionar sobre ellos desde sus obras?

F.B: No sé. Creo que hay una relación con la ética que es muy honda en mí, y con la justicia y la ley. Cuando miro para atrás me voy dando cuenta poco a poco que una de las cuestiones que me atrae siempre, es la de una ética maltrecha, una interrupción de la norma que revela que el problema ético siempre necesita proyectarse por fuera de sí mismo, pasar por las aguas negras de la cultura y re emerger del otro lado. En esa dimensión no hay una playa dorada donde se pueda desembarcar para siempre, no hay un sistema político o una institución o un dogma que logren abarcar el problema, sólo existe la posible activación interna de cada individuo como ser responsable de todas sus acciones y sus pensamientos a los niveles más hondos; y sin el juicio de ningún padre ni de ningún dios omnipotente. Solo delante de sí. Por eso, como decía Beuys, todo hombre debería tener una educación artística, porque esa es la educación que abre la asunción más radical de sí mismo por fuera de las leyes de los otros hombres.

Entrevistador: ¿En sus obras hay un gran trabajo de investigación, casi de reportería, por decirlo de algún modo, Cómo hace para abordar este tipo de temáticas sociales y política, y que no queden el registro de una realidad y pase a ser un hecho artístico?

F.B: Es rara la pregunta. Porque no hago nada adrede, simplemente opero desde mi centro. Y mi centro me pide que lleve lo prosaico hacia lo poético y lo poético a lo prosaico, que desarregle el sentido común para que aparezca el asombro limpio del pensamiento. Yo no busco una temática social, sino que me alcanza el poder de una imagen o de una historia y busco la manera de ponerla en un juego más expandido del que ya la circunda.

Entrevistador: El arte contemporáneo se basa en el cruce de múltiples discursos y conceptos, que hacen compleja su interpretación y comprensión y en muchos casos deja por fuera al espectador promedio, algo muy común en un medio como el nuestro y que se pudo percibir en el Salón Nacional aquí en Cali. ¿Como artista le preocupa o no esa situación?

F.B: En la pequeña ciudad de Kassel uno coge un taxi y charla un rato con un taxista que lleva 20 años viendo Documenta tras Documenta. Qué pasa con ese taxista? Que ya tiene la mirada afilada para ese universo de códigos extraños, y lo que es más importante: siente un gran placer con esos códigos que se entrecruzan con cada nueva exposición, y puede compartir esta experiencia de manera genuina y abierta con su cliente. Habla desde su centro, que no es el de un crítico de arte sino el de un individuo que ha estado mirando con atención y ha hecho suya la experiencia.

El público de un evento como este es un público que se forma a través de los años, con paciencia y esmero, con tiempo y recurrencia.

Entrevistador: Comente sobre algunas de las obras que usted ha trabajado, las circunstancias en que surgieron, cómo las resolvió: 'White Balance' y Severa Vigilancia.

F.B: White Balance era el esfuerzo de buscar un grado cero de la imagen donde se pudiera ligar conceptualmente el mecanismo que balancea el blanco en una cámara fotográfica con la cuestión de la raza. El video ya iba bien avanzado cuando apareció el 11 de septiembre, y como la política de Bush fue una política que traslucía racismo y xenofobia por todos sus caras, pues se volvió como la columna vertebral y el sostén del argumento que ya estaba en marcha.

Severa Vigilancia es una historia que me contó Quique Lozano, un gran dramaturgo caleño que es uno de mis más entrañable amigos. La historia se aliñó durante casi una década en mi despensa, hasta que se me apareció como algo inevitable. Vuelvo a la palabra "refracción", la imagen de la violencia es algo que quema la retina, y sin embargo a los venidos de nuestra tierra nos queda muy difícil ignorarla. Cómo hablar de ella? A través del laberinto más recóndito de la representación que deje esa imagen suspendida y temblando; que nos permita pensarla desde cero, sentir su textura, y sobre todo pensar en las múltiples indistinciones entre la imagen de la violencia y la violencia en si.

Entrevistador: En el Museo la Tertulia, usted expone un video el cual Ernesto Samper lee su discurso sobre la legalización de la marihuana. De qué se trata esto de 'reactuar' un discurso, como en este caso en el que Samper lee nuevamente el discurso décadas después de haberlo hecho, qué es lo que pretende generar.

F.B: Ernesto Samper es para mí como héroe griego, desde cierto ángulo. A los 26 años proclama una verdad inapelable; augura y profetiza con gran exactitud qué pasara con el país si no se revisa la política americana de declararle una "guerra a la drogas". Por esa audacia paga el resto de su vida. La políticas internacionales de los Estados Unidos se basan en premisas inapelables, en dogmas irracionales en su fondo, pero absolutamente racionales en su pragmatismo. El que toque el tabú que subyace será castigado. Esta es la historia de un castigo. Y es la historia de un hombre político joven buscando impetuosamente la razón ética de una situación que veía dramática en su proyección futura (no lo es?).

Pero es también la historia que cuenta una cara vencida por todos los compromisos, los vericuetos, la mezquindad crasa de la vida política que aplaca el idealismo del joven fervoroso, anhelante de justicia. Una vieja historia. Además está el dato obvio: lo que moretea a la figura pública de Ernesto Samper es el mismo hecho que él había vaticinado, la corrupción de todos los estamentos de la sociedad por los dineros subterráneos del narcotráfico. Por eso Ernesto Samper es como Edipo Rey. Pero todavía le falta la porción de la historia que se llama Edipo en Colono.

Entrevistador: Finalmente, quisiera saber si en su visita a Cali, tuvo tiempo de observar algunas de las curadurías del Salón, cómo ve esta propuesta de organizar el Salón por curadurías y si vio propuestas interesantes (¿Cuáles?) o no superaron sus expectativas.

F.B: Aquí no quiero decir mucho. Me pareció un éxito el salón. Como todos los eventos grandes, con logros y problemas. Vital sería que algo siguiera sucediendo así en Cali, y que esa magnífica sede del Colegio de la Sagrada Familia se dedicara al arte contemporáneo. Una trienal, algo así, que vaya madurándose y vaya madurando a su público. Hay un gran poder transformador en la activación de un Cali que sepa dialogar con esos códigos sutiles; es solo una cuestión de un contacto prolongado y de la calidad de las curadurías. Pero empezó con muy buen ritmo.

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