Las curvaturas (espacio-tiempo) son gráficas abstractas que parecen del mundo digital, pero que en realidad son fabricadas artesanalmente, con la misma mano con la que se tejen los canastos tribales. Son tejidos de tiras de PET, del plástico duro con el que se hacen las botellas de agua. Auscultar los hidrocarburos mediante la experimentación con el fenómeno de la anisotropia, equivale a un viaje tácito en el tiempo. El hidrocarburo del plástico PET, contiene la vida biológica fosilizada desde hace billones de años. Lo interesante también es que esa misma cualidad de la luz sirve de modo similar para explorar los primeros segundos después del Big Bang.
Las otras piezas de la sala, esas sí figurativas, son precisamente eso: diálogos multi espectrales con realidades paradójicas del tiempo. Desde las ruinas de la mansión de Gonzalo Rodríguez Gacha en el norte de Bogotá, donde el transistor, en las manos de un niño capta las ondas radiales de una historia sangrienta, de imágenes fracturadas (obra de un período más político en el sentido estricto de la palabra); hasta un espejo enfrentado, el de dos películas de” viajes en el tiempo” que se auto reflejan en más de un sentido - Vértigo y La Jetée. Ambas crean metáforas del amor romántico como un viaje en el tiempo. En una de ellas el viajero viene de un futuro post apocalíptico; en el otro, la mujer amada es una visitante de un pasado que se torna insondable, como una caverna de ecos. El futuro post apocalíptico también se pone en escena en la imagen icónica de una escena filmada en una playa de Malibú donde el hombre y la mujer, de vuelta a su estado primigenio, se enteran de que lo único que ha sucedido en lo que parecía una sucesión de eventos, es el eterno retorno de lo mismo: una humanidad que se despliega en toda su intensidad, solo para auto destruirse de nuevo.